Homenaje a Leo, nuestro amigo de cuatro patas

En la vida cotidiana siempre hay encuentros inesperados que terminan marcándonos de una manera especial. Para nosotros, ese regalo llegó en forma de un perro imponente, noble y entrañable: Leo, un Chow Chow que, durante mucho tiempo, nos visitó casi todos los días en la oficina.

Leo no era un perro cualquiera. Con su melena característica, su andar pausado y esa mirada tranquila que parecía leer nuestras emociones, se convirtió poco a poco en parte de nuestra rutina. Su llegada siempre era motivo de alegría: algunos dejaban el teclado por un momento para acariciarlo, otros simplemente lo observaban con una sonrisa, disfrutando de esa calma que traía consigo.

Lo más hermoso de Leo era que nunca pidió nada a cambio. Él simplemente llegaba, se paseaba entre nosotros y se hacía presente con una serenidad que contagiaba. Su sola compañía lograba suavizar el estrés de los días más pesados. Se volvió, sin proponérselo, un miembro más del equipo.

Hace poco, con tristeza, nos enteramos de que Leo falleció. Aunque sabíamos que sus visitas podían cesar en cualquier momento, la noticia nos golpeó fuerte. Porque más allá de ser el perro que venía a la oficina, para nosotros fue un amigo, un confidente silencioso y un recordatorio diario de que las cosas simples son las que de verdad llenan la vida.

Hoy queremos recordarlo con gratitud. Gracias, Leo, por cada día que nos regalaste tu compañía, por esas miradas que calmaban el alma, por recordarnos que la lealtad y el cariño no necesitan palabras. Tu espíritu seguirá vivo en cada rincón donde te vimos caminar, en cada sonrisa que nos arrancaste y en cada momento en que supiste estar, sin pedir nada, pero dando tanto.

Descansa en paz, Leo. Tu recuerdo siempre será parte de nuestra historia, y aquí, en esta oficina que tantas veces visitaste, siempre quedará un hueco reservado para ti.